Se utilizan algunos conceptos para definir el término agricultura regenerativa, como Grant (2017) quien definió la agricultura regenerativa como cualquier forma de práctica agrícola que restaura activamente la calidad del suelo, la salud de los ecosistemas, la biodiversidad y la calidad del agua, al tiempo que produce cultivos con alta calidad nutricional.
El término “agricultura regenerativa” fue creado en la década de 1980 por Robert Rodale, con el objetivo de mejorar la calidad del suelo mediante técnicas orgánicas (MACHADO; RHODEN, 2022). Según Rodale (2014), la agricultura regenerativa mejora los recursos en lugar de destruirlos o agotarlos, fomentando la innovación continua en la agricultura, con un enfoque en el bienestar ambiental, social y económico. Cabe mencionar que independientemente de la definición del término, es una herramienta para trabajar en conjunto con las técnicas de conservación del suelo y el sistema de producción, pensando en el uso del suelo de manera continua, regenerando la actividad del suelo y así manteniéndolo saludable.
Según LaCanne y Lundgren (2018), existen cinco prácticas que están considerablemente asociadas con la agricultura regenerativa:
(1) Minimización de la preparación del suelo;
(2) Eliminación del suelo desnudo;
(3) Promoción de la diversidad cultural;
(4) Fomento de la infiltración de agua en el suelo; y
(5) Integración entre operaciones ganaderas y agrícolas.
Estas prácticas de conservación tienen el potencial de acumular carbono orgánico en el suelo, aumentando la capacidad de retención de agua y nutrientes y, por lo tanto, contribuyen potencialmente al secuestro de carbono atmosférico por medios naturales.
Savory y Duncan (2016) y LaCanne y Lundgren (2018) también explicaron que un bajo nivel de preparación del suelo provoca una reducción de la oxidación de carbono, y que la eliminación del suelo desnudo ayuda a reducir la erosión y aumentar la producción de materia seca mediante cultivos de cobertura. Además, resaltaron que evitar los monocultivos también aumenta la producción de materia seca debido al uso complementario de luz, agua y nutrientes por parte de los diferentes cultivos.
Además de los beneficios ya mencionados, la agricultura regenerativa también puede reducir o incluso eliminar los químicos biocidas, lograr ciclos cerrados de nutrientes con mayor cosecha y diversidad biológica, tratar los recursos naturales e incluir compromisos con el bienestar animal y social (GILLER et al., 2021 ).
En la Figura 1 se destacan los principales factores involucrados en la agricultura regenerativa, entre ellos la aplicación de compuestos orgánicos, fertilizantes y bioaditivos, la implementación de pastoreo planificado en tiempo controlado, la retención de rastrojos o la realización de desagregación biológica de rastrojos, la inversión en revegetación, la interacción entre Las empresas y el cambio de culturas (DA SILVA, 2023). Además de estos, cabe destacar, según Savory (1998), los siguientes:
- Contribución a los ciclos biológicos naturales y transferencia de nutrientes;
- Gestión holística;
- Aplicación del manejo de pastos y el impacto animal como herramientas de desarrollo de granjas y ecosistemas;
- Construcción de intervenciones en el paisaje o cursos de agua para frenar o capturar el flujo de agua;
- Cultivo de pastos;
- Cultivo con siembra directa;
- Incorporación de abono verde o subsiembra de leguminosas;
- Gestión para aumentar la diversidad de especies;
- Reducción o interrupción de la aplicación de productos químicos sintéticos.
Figura 1. Ilustración de los principales factores relacionados con la agricultura regenerativa.
Fuente: Adaptado de Soils For Life, 2022.
Ante los desafíos ambientales y la búsqueda de prácticas más sostenibles, es necesario explorar alternativas que puedan optimizar el uso de fertilizantes (DA SILVA, 2023). En el manejo de la fertilización de la soja, por ejemplo, tradicionalmente sólo se utilizan fertilizantes minerales. Por otro lado, el uso de otras fuentes nutricionales ha ido ganando protagonismo, AZOGEL® Es una matriz fabricada por ILSA desde hace más de 60 años y comercializada en todos los continentes del mundo en los más diversos cultivos. Es una matriz orgánica obtenida de hidrólisis térmica (FCH®) de colágeno donde las cadenas proteicas se cortan por acción del vapor de agua. En este proceso no se añade ningún tipo de sustancia química, lo que garantiza que la matriz quede con un alto valor nutricional y una alta homogeneidad (sin variaciones en la materia prima y garantías).
La matriz orgánica de ILSA tiene en su composición un alto contenido de carbono orgánico que potenciará la actividad biológica del suelo y nitrógeno orgánico que quedará disponible para su absorción paulatinamente durante todo el ciclo productivo de las plantas, evitando pérdidas por volatilización y lixiviación generalmente presentes en otros fertilizantes nitrogenados. De esta forma, la absorción de nutrientes por las plantas se produce de forma más eficiente, lo que permite aumentar la productividad agrícola respetando el medio ambiente. Por lo tanto, AZOGEL® garantiza una nutrición vegetal equilibrada, de acuerdo con los requerimientos nutricionales de los cultivos en sus diferentes fases fenológicas.
El valor de un fertilizante orgánico va más allá del simple suministro de nutrientes, ya que su uso aporta muchos efectos beneficiosos al suelo. La materia orgánica funciona como fuente de energía para microorganismos útiles (que fijan nitrógeno del aire en la rizosfera y hongos que se asocian con las raíces), mejora la estructura y la aireación, además de la capacidad de almacenar humedad. Tiene un efecto regulador de la temperatura del suelo, retrasa la fijación de fósforo y aumenta la capacidad de intercambio catiónico (CIC), ayuda a retener potasio, calcio, magnesio y otros nutrientes en formas disponibles para las raíces, protegiéndolas de la lixiviación por agua de lluvia o prácticas de riego. Además de todo esto, algunos productos de su descomposición tienen un efecto estimulante del desarrollo radicular (MALAVOLTA, et al., 2000 p.29).
Los fertilizantes minerales, si bien presentan resultados positivos en la producción vegetal, tienen un alto costo (CHAE et al., 2018) ya que Brasil tiene una dependencia significativa de la importación de materias primas minerales (EMBRAPA, 2023). Por esta razón, existe interés en estudiar diferentes fuentes de insumos, buscando un manejo más eficiente y sostenible de la producción agrícola y en este contexto, las fuentes orgánicas se muestran prometedoras (GUIMARÃES et al., 2018). Algunos agricultores y fabricantes han optado por agregar fertilizantes minerales concentrados a los fertilizantes orgánicos dando como resultado fertilizantes organominerales (FOM) (CRUSCIOL et al., 2020) y esta mezcla tiene como objetivo aprovechar la rápida disponibilidad de nutrientes de los fertilizantes minerales, junto con los beneficios. del uso a largo plazo de fertilizantes orgánicos (DA SILVA, 2023).
La línea de fertilizantes organominerales ILSA Gradual Mix se obtiene de la combinación de la matriz AZOGEL® con materias primas minerales nutritivas. Esta combinación permite desbloquear el potencial del suelo, ya que la matriz orgánica interferirá con parámetros biológicos y características físicas del suelo, mientras que la parte mineral del fertilizante actuará sobre los parámetros químicos, de esta manera, la influencia de estos fertilizantes en el suelo se da de forma más integral, considerando todos los parámetros responsables de la calidad y salud del suelo. el suelo.
Soto et al. (2021) llevaron a cabo trabajos de seguimiento en explotaciones de almendro en el sureste de España, aplicando diferentes prácticas de agricultura regenerativa e involucrando a los agricultores locales. Para evaluar los efectos de esta práctica consideraron (1) cultivo mínimo con abono verde, (2) cultivo mínimo con fertilizantes orgánicos, (3) cultivo mínimo con abono verde y orgánico, y (4) siembra directa con coberturas naturales permanentes y aditivos orgánicos. Por lo tanto, demostraron que la agricultura regenerativa tiene un gran potencial para restaurar la calidad física, química y biológica de los suelos, sin comprometer su estado nutricional.
Para sostener la máxima productividad, es importante tener en cuenta la reducción de los costos de fertilización y promover la calidad del suelo (MOTA et al., 2018). En este sentido, el uso de compuestos orgánicos en conjunto con fertilizantes, tanto minerales como organominerales, tiene el potencial de aumentar la fertilidad del suelo (CABRAL et al., 2020), actuando así como un proceso que mejora la salud del suelo y restaura un ambiente degradado. contribuyendo a su productividad. Por tanto, se evita el agotamiento de los recursos naturales (suelo y agua), creando un entorno sostenible para el cultivo de alimentos (RODAS 2017).
Referencias bibliográficas
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Autores
- Ing. Agr. Dra. Angélica Schmitz Heinzen
- Ing. Agr. Maestría en Ciencias. Carolina Custodio Pinto
- Ing. Agr. Maestría en Ciencias. Thiago Stella de Freitas