la cebolla (Allium cepa L.) es una de las especies de oleráceas consumidas en todo el mundo. En Brasil, la cebolla es la tercera hortaliza más importante en términos económicos (EPAGRI, 2013).
El cultivo se puede realizar mediante plantación de plántulas, o siembra directa, se desarrolla mejor en suelos de textura media (arenoso-arcilloso) ricos en materia orgánica y con buen drenaje (COSTA, 2010).
La productividad de los cultivos de cebolla depende de la interacción de varios factores, entre los que destaca el manejo de la fertilidad del suelo. Una fertilización adecuada afecta no solo la productividad, sino también el tamaño y la calidad de los bulbos de cebolla, así como la resistencia a enfermedades (BACK y KURTZ, 2018).
La productividad final de la cebolla depende de los procedimientos iniciales, como la adición de fertilizante orgánico, el cual tiene un efecto positivo en las propiedades químicas y físicas del suelo y debe ser considerado en el manejo de fertilización del cultivo a implementar en el misma zona (BARBOSA, 2007). El fertilizante organomineral es una combinación de fertilizantes minerales y orgánicos. El abono orgánico permite el reciclaje de nutrientes y la reducción del uso de fertilizantes minerales. El fertilizante organomineral devuelve vida al suelo y favorece la proliferación de microorganismos y reestructura el suelo, que absorbe mejor los nutrientes aplicados (BEZERRA et al., 2022).
Para corregir problemas y/u optimizar el suministro de nutrientes, es importante conocer el comportamiento químico, el transporte en el suelo y las principales formas químicas que se absorben y transportan en el xilema y floema, influenciados por las características del suelo, planta y ambiente. . Conociendo estos factores, la curva de crecimiento y absorción de nutrientes de cada planta, y la disponibilidad y eficiencia de recuperación de cada nutriente agregado al suelo, se puede estimar la necesidad de fertilización (MOREIRA et al., 2022).
Fertilización y requerimientos nutricionales de la cebolla.
Brasil tiene grandes áreas de cultivo de cebolla, pero para obtener alta productividad es necesario mejorar la eficiencia y el equilibrio de los nutrientes en el suelo para satisfacer su disponibilidad en el momento en que la planta lo necesita (CASARIN; STIPP, 2013; NOVAES et al. 2007).
Durante el desarrollo de las plantas, los nutrientes N, P y K (nitrógeno, fósforo y potasio) se absorben en grandes cantidades y desempeñan papeles importantes en el metabolismo de las plantas (MOREIRA et al., 2022). El nitrógeno actúa en la formación de proteínas y aminoácidos, enzimas, clorofila, síntesis de sacarosa, fosfolípidos y celulosa. El fósforo actúa sobre la respiración fijando CO.2, desarrollo del sistema radicular, constituyente de los ácidos nucleicos y participación en la división celular. El potasio actúa activando enzimas, control estomático y ahorrando agua (MALAVOLTA, 2008).
La absorción de nutrientes por parte de la planta se intensifica durante la floración, en la formación y crecimiento de los frutos u órgano de reserva a cosechar (PORTO et al., 2006). En un estudio con el cultivar Bola Precoce, Kurtz et al. (2016) considerando una productividad promedio de 37,34 t ha-1 se verificó que la secuencia de acumulación de nutrientes en orden descendente fue N > K > Ca > P > Mg > Fe > B > Mn > Zn > Cu, con 101.4; 86,5; 46,6; 34,5; 12,1 kgha-1 y 761; 221; 150; 84 y 34 gha-1, respectivamente. De esta cantidad, 68,5 % de fósforo se depositaron en el bulbo.
Para la mayoría de las especies vegetales, el N y el K son los nutrientes que más se extraen y se pierden mediante la lixiviación, lo que a menudo requiere la adición de grandes cantidades de ellos como fertilizantes (PORTO et al., 2006). Sin embargo, el fósforo es considerado el nutriente clave en la producción de cebolla y está relacionado con una mayor productividad (FILGUEIRA, 2008; GONÇALVES et al., 2019; RESENDE; COSTA; YURI, 2016). La fertilización con fosfato está directamente relacionada con el tamaño de los bulbos y en consecuencia con una mejor productividad de la cebolla (KURTZ et al., 2018). La combinación de fertilizantes minerales fosfatados y organominerales puede contribuir al desarrollo de un programa de fertilización para cultivos más sostenible y económico (MOREIRA et al., 2022).
La dinámica del fósforo en el suelo está relacionada con factores ambientales, propiedades físico-químicas y minerales del suelo, clasificándose en fosfatos lábiles y no lábiles. (MOREIRA et al., 2022). La fracción lábil está constituida por el conjunto de compuestos fosfatados aptos para reponer rápidamente la solución del suelo, luego de que esta es absorbida por las plantas, mientras que la fracción no lábil es adsorbida por los minerales del suelo. El fertilizante con fosfato es necesario porque en el suelo, el fósforo se encuentra mayoritariamente en una forma no lábil para la planta, lo que requiere altas dosis de fosfato para que esté disponible (AQUINO et al., 2021; NOVAES et al., 2007).
Al inicio del ciclo vegetativo, las restricciones en la disponibilidad de P pueden provocar problemas de desarrollo en la planta, comprometiendo la productividad (RESENDE COSTA; YURE, 2016). Los bulbos de cebolla muestran respuestas positivas al fertilizante fosfatado, mostrando mayor diámetro de bulbo y productividad (SILVA et al., 2021; WEINGARTNER et al., 2018).
Para Lacerda (2021), el cultivo de cebolla es demandante en azufre (S), las funciones del S están relacionadas con el metabolismo de la planta, actuando en la regulación, asimilación y síntesis de aminoácidos como cistina, metionina y cisteína, que forman parte de todas las proteínas vegetales. Además de ser precursor de compuestos volátiles de azufre, actúan en el proceso fotosintético y respiratorio de electrones mediante aglomeración hierro-azufre, haciendo de este elemento esencial para el crecimiento, productividad y calidad de las cebollas (FORNEY et al., 2010; AGHAJANZADEH et al. ., 2016). La picante es el principal factor que expresa la calidad de la cebolla, y se caracteriza por la combinación entre su sabor y olor (RANDLE, 1997; MIGUEL, 2005).
La pungencia está dominada por una serie de compuestos orgánicos biológicamente activados derivados del ácido sulfúrico, carbohidratos (azúcares) solubles en agua y ácidos orgánicos (SCHUNEMANN et al., 2006). La enzima alinasa que cataliza estas reacciones está contenida en la vacuola celular, mientras que los precursores del sabor están contenidos en el citoplasma, probablemente en pequeñas vesículas. Cuando las células se rompen, los ácidos sulfénicos sufren reordenamientos e interacciones espontáneas para producir un amplio espectro de compuestos volátiles altamente aromáticos (piruvato, amoníaco y azufre), responsables de dicha irritación (RANDLE, 1997; SCHUNEMANN et al., 2006). Cuanto mayor sea el contenido de azufre en el suelo, o el aumento de la temperatura, o la deficiencia de agua, mayor será el picante de los bulbos (RANDLE et al. 1997; Mc CALLUM et al., 2001).
En suelo brasileño, con bajo contenido de S, Souza et al. (2015) observaron aumentos de productividad y calidad en la cebolla Perfecta. Al aplicar 45 kg ha-1 de S se alcanzó una productividad máxima de 78 t ha-1.
La eficiencia en el uso de fertilizantes se puede lograr implementando la práctica 4C aplicando la dosis correcta, en el momento correcto, en el lugar correcto y en el momento correcto, contribuyendo al resultado en términos económicos, ambientales y sociales (CASARIN; STIPP , 2013). Acciones de este tipo conducen a una gestión más sostenible del nutriente (REZENDE et al., 2016).
Cabe mencionar que la presencia de materia orgánica también es fundamental para el suelo ya que influye en las propiedades químicas, físicas y biológicas del suelo. Según Novaes et al. (2007) la materia orgánica puede entenderse como la fracción que comprende todos los organismos vivos y sus restos que se encuentran en el suelo, en los más variados grados de descomposición.
La temperatura puede ser un factor limitante para la producción. La formación de bulbos se acelera en condiciones de alta temperatura y, en condiciones de baja temperatura, el proceso se ralentiza. Las altas temperaturas (superiores a 32 ºC) en la fase inicial de desarrollo de la planta pueden provocar una indeseable bulbificación prematura. Por el contrario, exponer las plantas a períodos prolongados de bajas temperaturas (< 10 ºC) puede inducir una floración prematura (“bolting”), lo cual es altamente indeseable cuando se busca la producción comercial de bulbos y no de semillas (Figura 1). Temperaturas alrededor de 15,5 a 21,1 ºC promueven la formación de mejores bulbos y una mayor producción (COSTA et al., 2007).
Figura 1 – Floración prematura (“atornillado”) en cebolla. Fuente: Freitas, 2024.
Las plantas de mayor tamaño requieren menos tiempo de exposición a las bajas temperaturas para florecer, por lo que se deben evitar prácticas culturales que favorezcan un mayor crecimiento de las plantas, como la fertilización excesiva al inicio del ciclo, cuando existe la posibilidad de temperaturas muy bajas (EMBRAPA). Una nutrición equilibrada de N combinada con la liberación gradual de este nutriente reduce el riesgo de esta anomalía. Productos como AZOSLOW de ILSA pueden reducir la aparición de floración prematura (“bolting”).
Los residuos orgánicos influyen en la disponibilidad de nutrientes en el suelo, a medida que se descomponen (CARVALHO et al. 2014; MARINARI et al. 2006; PAVINATO, PS; ROSOLEM, 2008). Este proceso tiene la ventaja de minimizar la lixiviación de nutrientes y hacerlos lentamente disponibles en la solución del suelo (Novaes et al. 2007).
Una de las formas de devolver nutrientes al suelo es mediante la fertilización organomineral. Esta fertilización se basa en un producto alternativo, para hacer más sustentable la producción, también ayuda en el desarrollo de las plantas y favorece los microorganismos del suelo. (MOREIRA et al., 2022).
Fertilizante organomineral
Los fertilizantes organominerales hacen que la producción sea más sostenible. Para Malaquias y Santos (2017), con el creciente potencial de uso agrícola de fertilizantes organominerales, los costos serán menores en relación a los fertilizantes químicos. En un estudio realizado por Higashikawa y Menezes Júnior (2017), diferentes tipos de fertilizantes provenientes de fuentes nitrogenadas (orgánicos, minerales y organominerales) influyeron en la nutrición de la cebolla.
Así, ILSA puede contribuir a la eficiencia productiva del cultivo de cebolla (Figura 2), utilizando en la fase vegetativa de producción la Mezcla GRADUAL, que, posicionada a través del suelo, tiene como objetivo aportar nutrientes, proteínas y carbono orgánico en la rizosfera. Esto se traduce en una mayor disponibilidad de los nutrientes contenidos en el fertilizante, así como en una mayor actividad biológica en el suelo. Otra alternativa con aplicación al suelo sería S-TIME, también en fase vegetativa, aportando N y S, proteínas y carbono orgánico en la rizosfera y ayudando en la formación de proteínas.
Para la fase reproductiva, ILSA ofrece ETIXAMIN Kally con aplicación foliar, aportando N, proteínas de carbono orgánico, S y K, lo que favorece la translocación de azúcares y el llenado de los bulbos.
Para aplicaciones de abono podemos utilizar AZOSLOW, aplicado vía suelo, aportando N, proteínas y carbono orgánico. Además de ser de fácil aplicación, el producto aumenta la disponibilidad de N debido a la liberación gradual de N orgánico presente en el fertilizante.
Finalmente, ILSAMIN Ágile, vía foliar, aportando N, proteínas y carbono orgánico. Se absorbe rápidamente, acelera el metabolismo de las plantas y las hace más resistentes al estrés abiótico.
Figura 2 – Productos ILSA disponibles que pueden ayudar con el cultivo de cebolla.
Referencias:
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Autores
Ing. Agr. Dra. Angélica Schmitz Heinzen
Ing. Agr. Maestría en Ciencias. Thiago Stella de Freitas